Historia precuela del Espejo con Vitrales - VITRALES DE FUEGO-parte 3 FINAL
Precuela - Vitrales de Fuego- Parte 3 FINAL
Por: Soledad de Los Ríos
Grité, grité con todas mis fuerzas, pero no de rabia, no de
pena ni vergüenza, alcé mi voz al cielo en señal de nueva vida y bajé el
martillo una última vez. El vitral explotó en pedazos al mismo tiempo que el
viejo martillo en su última faena, algunos trozos de cristal cayeron en mi muñeca
derecha, pero no me importó. Solté al suelo el mango resquebrajado de mis manos
ensangrentadas por el esfuerzo, las que pasé por mi rostro sin importarme que
me manchara con ellas. Rápidamente corrí afuera, llena de éxtasis que nunca
antes había sentido y comencé a danzar en medio del patio sin importarme el
frío y el viento que golpeaba. Estaba viva, sin importar nada más, estaba viva
y respirando, mi hogar se veía majestuoso y yo era muy ciega para verlo así
antes. Entonces los maullidos secos de mi gata me detuvieron, parecía un poco
nerviosa mirando detrás de mí, giré por curiosidad y me encontré con un lobo
negro de ojos rojos que me gruñía desafiantemente ¿Qué se creía ese animal al
venir a interrumpir mi liberación?
–¡¡NUNCA MÁS!! –le encrespé con fuerzas, con el ardor del
fuego del vitral que ahora se encontraba en mí y envolvió al despreciable
incauto en llamas hasta volverle cenizas. Para mi sorpresa, Pinina había bajado
hasta la mitad de la escalera sin quitarme esos ojos grandes de encima, y saltó
a mi pecho. Sentí que me mordía cariñosamente la cara, pero uno de sus
colmillos se enterró fuertemente en mi labio inferior, por lo que tuve que
correrla bruscamente recibiendo a cambio un arañazo de su parte en mi muñeca
derecha.
Cuando despabilé, increíblemente estaba de vuelta en mi
habitación bajo mis cobijas, el reloj marcaba las 11:30 AM y mi gata maullaba
exigiendo su comida. ¿Todo fue un sueño? ¿O fue un sueño dentro de un sueño?
Pero no me importaba, estaba aquí con la gata disgustada, el día despejado,
todo un buen tiempo para trabajar y necesitaba empezar con un baño. Me sentía
bien, todo era diferente o más bien yo estaba diferente, y no lo tardaron en
notar José y su esposa que llegaban esa tarde con un delicioso pan amasado
recién horneado.
–Si no lo veo no lo creo –comentó él muy divertido, al verme
limpiar la fachada de la casa con escoba, trapo y agua.
–Necesitas que te ayude –se ofreció su señora, a lo que
negué tranquilamente y los invité a pasar.
La cena fue amena, mis relatos de lo poco que vi en Noruega
los emocionó, todo iba bien hasta que salió el tema del vitral. No sabía que
responder, puesto que en todo el día no había ido al ático para asegurarme que
estaba ahí entero o en piezas sobre el suelo, sí lo vivido esa noche fue un sueño
o verdad. Y algo curioso sucedió, antes que pudiera dar cualquier explicación
alguien comenzaba a llamar enérgicamente a la puerta.
–Hola ¿Estás ahí Sandra? –se oyó la voz de mi ex por toda la
casa, cuyas paredes rechinaron ante el eco.
– ¿Se puede saber que hace aquí? –José golpeó la mesa con fuerza, y me miró a
los ojos de forma acusadora.
–No lo sé, pero te aseguró que pondré fin a esto –le
respondí calmadamente, y pude notar en su expresión que confiaba en mis
palabras.
Fui a abrir la puerta con él haciendo de compañía, y ante
nosotros apareció aquel sujeto que ambos detestábamos, yo más que nada. Estaba
pálido y desgarbado, tenía tantas arrugas en su rostro como en sus manos, sus
ojos rojos y canas horribles adornaban su cabeza.
– ¿Qué deseas? –le pregunté firmemente que tanto él como mi
primo se sorprendieron de mi actitud. Ya no sería la mujer vulnerable ante él
nunca más, ya no sería Sigyn.
–Me enteré que fuiste a Europa por una herencia ¿Es verdad?
Tuve que aguantarme
las ganas de darle una bofetada por su desfachatez, pero no deseaba rebajarme a
su nivel y entonces vi un curioso reflejo carmesí llegando a su pecho. No sé
porque sonreí en ese momento, una expresión que di ante él que le hizo dudar de
haber venido a mi morada.
–Sí, así es, es un vitral de lo más curioso. Algo así no se
ve todos los días, así que te invitaré a pasar a verlo, y a cambio, no volverás
a presentarte ante mí el resto de tu vida.
Ambos hombres se quedaron mudos por mis palabras, y el
sujeto pensó un momento y asintió de acuerdo. De seguro hurgó en esa mente
rebuscada que el vitral sería valioso y volvería más tarde por él, y no de
buena manera. Le invité a pasar al patio, en tanto mi primo me reprochaba de
mis acciones, conociendo al canaña que era, pero yo le tranquilicé recordándole
lo que era el vitral.
–Está bien, pero sí trata algún truco sucio lo va a
lamentar.
Los cuatro subimos por las escaleras, conmigo al frente
abriendo la puerta, y de reojo pude percibir como la mirada de aquel vagabundo
brillaba de codicia, y fue él, siendo el primero en entrar para ver la curiosa
pieza de arte. La escena ante nosotros hizo que la esposa de mi primo ahogara
un grito de sorpresa en tanto que el otro individuo quedaba hipnotizado ante el
cuadro.
El vitral está en una pieza, brillando en dorado con el
fulgor del atardecer, yo sólo me apoyé en el umbral de la puerta con mi primo
viéndome con preocupación. Lo que ocurrió después pasó tan lentamente que
ninguna de las tres personas ahí presentes lo olvidaría jamás. Las luces del
sol hacían brillar al vitral como si fuese oro puro, escuchamos maullar a
Pinina en la planta baja de la casa, mi ex esposo deslumbrado por el dorado dio
tres pasos al frente para contemplarlo más de cerca y el suelo de madera
podrida bajo sus pies se trizó en miles de fragmentos engulléndolo de un
bocado. Escuchamos un ruido sordo pero ningún grito, José junto a su esposa
corrieron en pánico por las escaleras hasta el primer piso justo debajo del
ático, yo en cambio, me quedé apaciblemente contemplando la belleza del vitral
que no había notado antes con una sonrisa en el rostro. Tranquilamente caminé
hasta el agujero que se había formado en la madera y miré abajo, él parecía una
marioneta rota, pero podía ver que aún respiraba, apenas respiraba. Escuché a
José que le decía a su esposa que llamase a una ambulancia, pero ya era tarde,
cuando sus ojos se cruzaron con los míos me sentí poderosa, me sentí libre y él
era menos que basura tomando su último respiro. La mujer de José chilló de
terror siendo consolada rápidamente por su marido, mientras que Pinina subía de
un salto hacia el pecho del cuerpo frío observándome desde abajo y maullando
gravemente. Levanté la vista hacia el vitral envuelto en las últimas llamas
rojas del sol del atardecer, regresando a sus mixtos colores y volví a sonreír.
Caminé de vuelta para cerrar la puerta sin apartar la vista en ese nefasto
vitral, que en verdad era nefasto, pero sólo cruelmente nefasto con aquellos
que eran nefastos conmigo.
FIN
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